jueves, 31 de octubre de 2013

La Sonata a Kreutze (Reseña)

 

Julio César Paredes Juárez.

Ciudad de México, México (30/10/13)

            Nuestro narrador, sin nombre, se encuentra en un tren, en su vagón hay gran variedad de personas: una mujer fea, su acompañante, un abogado y un hombre de precario aspecto, actitud solitaria y con pocos deseos de socializar, entre otros. Este hombre es quien será el protagonista de una sórdida historia, una historia llena de pasión, de celos, de arrebatos, de amor y de mucho dolor, su nombre es Pozdnyshev.

Tolstoi nos narra una historia rica en temas y sentimientos a través de estos dos personajes. Podsnyshev contará su historia, a través de su voz conoceremos los detalles de ella y los pormenores de un amor que habiendo iniciado con sueños e ilusiones poco a poco se irá hundiendo en las lagunas de la inseguridad, de los celos y la locura; nuestro narrador será el vehículo por el cual conoceremos la tragedia de Podznishev, será su interlocutor y su único confidente. Con gran talento Tolstoi hará uso de este narrador para adentrarnos en los sucesos que llevaron a su compañero de viaje al triste y doloroso estado en que se encuentra.

Podznishev es un hombre que intenta romper con los tabúes que existen alrededor del amor y del matrimonio. En una sociedad donde el matrimonio es una institución que sirve para la procreación y asegurar la posición social, él se conduce con otra mentalidad, deseando que el amor y la unión con otra persona no sean únicamente eso, sino un vínculo sincero entre dos, donde la felicidad se hallé en el compañerismo y el sostén de la otra persona. Bajo estas premisas y renunciando a la vida de libertinaje, que llevan todos su conocidos, Podznishev inicia una relación, se enamora completamente y conoce las mieles del amor.

Sin embargo, el hombre que el narrador halla en el vagón no es un hombre enamorado, al contrario, es un hombre dolido, un hombre que ahora maldice el amor, habla de sus incongruencias, de sus males, desmiente y maldice la institución matrimonial, con gran furia describe a las mujeres y sus deseos, su posición social y su posición ante el amor. El Poznishev del vagón no cree más en el matrimonio y en el amor, lo único que hay en su cabeza son todos los argumentos que puedan desacreditar toda sinceridad y felicidad que pueda haber en ese concepto llamado amor, en ese lugar llamado matrimonio.

Durante la primer parte del libro Tolstoi nos hace una gran argumentación acerca de las instituciones, acerca de ¿qué es la mujer?, ¿qué es el amor?, ¿qué ganancia puede haber en una relación entre un hombre y una mujer?, ¿qué tanto hemos permitido que la mujer se adueñe de nosotros?, ¿qué tan débil es la mujer en realidad?, ¿Cuál es el valor del matrimonio? Por la boca de Podznichev, Tolstoi desarrolla un discurso filosófico y social acerca de estos conceptos, presenta sus verdades y su postura ante temas que, aún hoy en día, causan polémica.

La historia de Podznishev continúa con su matrimonio y los cambios que trae con él esta nueva relación. Las discusiones aumentan, los desagrados se intensifican, la distancia entre marido y mujer crece, ya sea por las constantes demandas de la esposa al marido, ya sea por el deseo de soledad por parte de él, las peleas incrementan y la felicidad se va alejando. Los hijos son en un principio los que mantienen el orden en la casa, es en la reproducción donde Podznishev encuentra un modo de mantener a su esposa en orden. El cuidado de los hijos y la maternidad son el velo que usa para ocultar su ser seductor y apaciguar su deseo por otras cosas.

¡Pero oh pobre de Podznishev! Su plan y su medio de contención se vienen abajo cuando los médicos le prohíben a su esposa el acto de la reproducción, ya no tiene medio alguno para contener toda la sensualidad y sexualidad de su mujer. Con esta pérdida su mujer está en libertad de vivir otro tipo de vida, de dedicarse a ella y su arreglo personal, es con esta pérdida que surge el mayor tormento de él, porque es sin esa pequeña jaula y la llegada del joven, viril y habilidoso violinista Trujachevski que la vida de Podznichev llega a tocar la completa desgracia.

 

Es aquí donde la Sonata para Violín N°9, la Sonata a Kreutze, de Beethoveen, comienza a sonar en la cabeza de Podznichev; el acompañamiento del violín y del piano hacen que su historia se acelere, el trepidante sonido del violín arrastra a Podznishev a los celos y la angustia. El violín, con notas rápidas y sonoras, en manos de Trujachevski es acompañado por las delicadas notas, en el piano, de la esposa de Podznichev. Tocan juntos, se acompañan, van uno a lado de otro, por momentos se persiguen, se alcanzan y continuan. La sonata invade el pensamiento de Podznichev, los celos lo enloquecen y no los puede detener, incrementan y por fin estallan, de manera tan intempestiva como el final que Tolstoi le da a esta historia.

sábado, 26 de octubre de 2013

Blue Velvet y la pulsión de muerte.

 

 

 Blue Velvet: un mundo mortal.

 

            Un mundo frío, un mundo sin movimiento, un mundo donde hay brillantes colores que impactan a la vista. Colores que atraen, atrapan la mirada y la desvían de lo grisáceo del entorno; colores que intentan diluir y engañar a la muerte que los rodea, colores que están ahí para no ver la inanimidad, para ocultar lo cadavérico que hay a su alrededor.

Así nos muestra en un inicio David Lynch el mundo de Blue Velvet, un mundo rodeado de color, pero relleno de muerte. El marco colorido desvía la mirada de la falta de movimiento, de la ausencia de actividad, de la carencia de “calor”, en fin, de lo mortuorio de la existencia. David Lynch engaña nuestra mirada llenándola de vivacidad para al final, sin reparos y magistralmente, arrastrarnos lentamente a la oscuridad oculta de esos colores; poco a poco se pierden de vista el azul del cielo, el rojo de las flores, lo blanco de las nubes, lo verde del pasto para sumergirnos en la oscuridad, para mostrarnos sin piedad la realidad tajante de todo este escenario… sin poder apartar la mirada Lynch pone frente a los ojos la cruda realidad, lo real,  la muerte, nos sumerge en las tinieblas del deseo y el inconsciente.

Y es que hay que declarar, Blue Velvet es una oda a la muerte, pero no a la muerte física, no a los cuerpos inertes o desangrados, no a la ausencia del latido del corazón, no a la muerte fisiológica. Blue Velvet habla de la muerte del ánimo, de la trampa en la que muchos seres caen, en la trampa de la pasividad, pero más terrible aún, la trampa de la repetición, de la cárcel que el inconsciente crea en su lucha sin fin por la satisfacción, en su persecución por el objeto perdido, en su deseo de negar, o particularmente en este caso, denegar la pérdida.

En la oscuridad de la noche, en el encierro del bar, en lo estrecho del armario, son en estos lugares donde los personajes de Lynch se irán des-envolviendo y al mismo tiempo re-volviendo. Y es que nunca hay que olvidar que la pulsión de muerte se sostiene en todo momento, esa pulsión que orilla al ser humano, al individuo, al encapsulamiento de su acción, impulsa a realizar una y otra vez la misma conducta en un afán de encontrar el placer inexistente, mas no inexistente porque nunca haya sido sino porque es un placer extinto, que fue y nunca más podrá volver a ser.

Frank nos da muestra de ello en su fetichismo, Jeffrey en su vouyerismo, Dorothy en su masoquismo, los tres formando una tríada que en su momento debió finalizar para permitir la continuación de la vida, el progreso del desarrollo, la realización del ser. Sin embargo el camino de los tres se vio obstruido y la perversión, con su impresionante fuerza magnética, los arrastra a un laberinto del cual no pueden salir.

Es injusto poner a Jeffrey al mismo nivel que los otros dos, bien es cierto que su componente vouyerista se hace presente en su búsqueda por la “verdad”, en su excitación y pavor ante la puesta en escena de la escena primordial al mirar a la pareja de Frank y Dorothy entregarse a sus fantasías y jugar todos los papeles necesarios para revivir el sexo de los padres. Pero Jeffrey aún tiene camino de salida, su territorio no es tan sinuoso y vertiginoso, lo que le da la posibilidad de dar otro uso a esta pulsión de la mirada, así podemos decir que Jeffrey no es perverso sólo un obseso metiche.

Sin embargo la situación de Frank y Dorothy es más delicada y al mismo tiempo más bruta. Hay algo que los empuja a actuar, a montar todo un escenario alrededor de ellos mediante el cual buscan retomar lo que se les ha arrebatado. Sí, Jeffrey encuentra placer y dolor al observar a los “padres” teniendo sexo, mas sólo eso, él no busca convertirse en el padre, no busca ocupar un lugar que no le pertenece, por eso se mantiene en el marco de la ley. Pero Frank y Dorothy, como su constitución se los impone, transgreden las posiciones y las leyes, las leyes tanto morales como de la represión no significan algo para ellos.

Frank es todo un criminal, un sujeto que juega a ser el dueño de su mundo, los otros están para servirle, las mujeres para complacerlo, juega a ser aquel padre antiguo que tenía el derecho sobre todas la mujeres, y los hombres también. Frank no acepta perder, él es el más fuerte y por tanto nadie puede oponérsele, y así como donde pisaba Atila la hierba no volvía a crecer, ahí donde Frank aparezca busca acabar con el deseo de los demás imponiendo el suyo sin dudar.

El poder de este hombre es grande y su grandeza se debe al mismo tiempo a su debilidad, deniega de la falta, rechaza la existencia de la castración, insiste en la imposibilidad de la pérdida y desmiente en el terciopelo azul toda posibilidad de ser sujeto en falta. Mientras exista el terciopelo azul él estará bien, mientras Dorothy cante “Blue Velvet” se sentirá en poder y en prolongación de esto, mientras los gritos de Dorothy sean a razón de él, él seguirá siendo “el rey”.

Es en este mismo objeto del terciopelo azul en el cual Dorothy se halla atrapada, es prisionera de Frank y su perversión y, al mismo tiempo, es el motor de la suya. Dorothy haya placer en ser el objeto de Frank, halla placer en ser su terciopelo azul. Los golpes, insultos, privaciones, prohibiciones, negaciones y cualquier agresión por parte de Frank son el motivo de Dorothy para permanecer ahí, el secuestro de su hijo y esposo son la justificación para seguir siendo el objeto de Frank.

Y es que el masoquista ha renunciado a ser sujeto deseoso, se ha negado a la acción ya que el actuar lo conlleva al fracaso, al no poder, a su incapacidad para tener, para acceder a su propio objeto, así es mejor convertirse en el objeto de otro, donde se sostendrá y gozará mientras sean otros los que se muevan. Su posición de objeto le otorga el placer de no arriesgar y no perder, porque al final será responsabilidad del otro cualquier resultado que surja del actuar.

Con ímpetu guiará al otro a hacer uso de ella, le pedirá a Jeffrey que la agreda, que la posea, que la transforme en un objeto depósito de deseo. ¡Golpéame! Le pedirá, ¡agrédeme! Le exigirá, ¡haz conmigo lo que quieras! Pero bajo la única condición de que sea como yo te pida, esa es la trampa de Dorothy, y es una trampa de la cual Jeffrey quedará prendido y Frank gozará.

La pulsión de muerte se sostiene, en un maratón sin fin Frank y Dorothy corren sin cesar, corren en círculos en un vano intento de llegar a capturar y revivir lo que ya se les ha negado. Repiten y repiten y esta repetición sufren, porque la pulsión de muerte por sí misma no es capaz de crear, la recreación es el paradigma de ella, cavan un hoyo esperando hallar un tesoro sin darse cuenta que la misma tierra que sacan vuelve a cubrir el agujero.

Lynch nos muestra, lo que pareciera ser el final, un mundo ya no muerto, un mundo que representa la misma vida de Jeffrey. Por fin podemos ver la vida, por fin se aprecia el movimiento y la actividad en el mundo, un mundo donde las golondrinas, representando el movimiento en la posición de Jeffrey y su sexualidad, se comen a los insectos que nos arrastraron en un inicio a la mortandad de la perversión. Pero así como la perversión y la pulsión de muerte persisten también Lynch nos recuerda que no importa que el mundo parezca moverse, el terciopelo azul persiste, porque es un objeto inmortal, el objeto fetiche que marcó a Frank y Dorothy…

 

“And I still can see blue velvet
Through my tears”

sábado, 21 de septiembre de 2013

El llano en llamas

Muy bien este es un ensayo que escribí a petición del Centro ELEIA como parte de la admisión al programa de maestría.

Esta es su versión original, el que entregue esta recortado porque no me fije que tenía un número específico de cuartillas.

 

El llano en llamas.

Quien con monstruos lucha cuide de convertirse

a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo

a un abismo, el abismo mira también dentro de ti.

Friedrich Nietzsche.

 

            Dentro de una guerra o un conflicto, sin importar la magnitud de éste, no existen los justos, la justicia queda en un entre dicho ya que ambas partes creen ser justas, su lucha se mantiene bajo este precepto: “Lucho porque tengo la razón”, lucho porque la justicia me asiste, porque Dios lo aprueba, porque sin importar qué tengo la razón.

El llano en llamas es un ejemplo de esta situación, tenemos en la narración el punto de vista de un grupo revolucionario el cual lucha por… curiosamente no hay una justificación a su lucha en el cuento, el lector debe por cuenta propia y con base en sus conocimientos y valores inferir cuál es el motivo de esta gente. No existe un razonamiento o un lema que exprese con firmeza y fidelidad la postura de este grupo, sin embargo toda la parafernalia idealista y política no es necesaria dado que los actos y hechos que se narran son más que suficientes para hacerse una idea de la búsqueda de este pequeño batallón.

Haciendo un recorrido por los hechos narrados, por las observaciones realizadas por nuestro narrador, el Pichón, rellenamos aquello que no fue dicho en boca de los personajes. El silencio alrededor de los ideales es acallado por las acciones de los individuos: robo, secuestro, violación y asesinato son los resultados de sus motivos, motivos que se pueden apreciar en la satisfacción que provienen de la fama, el placer, la gloria y el engrandecimiento.

El lector no tiene modo de saber si desde un inicio el movimiento fue de esta manera, si siempre navego bajo la bandera de la autosatisfacción, únicamente la frase usada por el Pichón puede darnos un acercamiento al placer que conlleva formar parte del grupo de Zamora: “Ya nadie corría gritando: “¡Allí vienen los Zamora!”. Había vuelto la paz al Llano Grande”.”

Esta frase es significativa, ya que revela la relevancia que el prestigio ocupa en la mente del narrador, y de igual manera marca otro punto importante porque también nos dice que es el grupo Zamora el que perturba la paz en Llano Grande. No son un grupo que peleé por la gente ni en favor de ella, es un grupo que pelea por su bienestar y satisfacción, usando el tema de la lucha armada como un parte aguas entre la culpa de que sus acciones con llevan y los mismos deseos que llevan a cabo realizados.

Hasta este punto es conveniente hacer un pequeño resumen de lo expuesto en cuanto los motivos evidentes del texto para poder avanzar a un análisis distinto del cuento:

1)      En una guerra no existe el bien y el mal, existen únicamente aquellos que participan en ella con la idea de ser justos.

2)      El grupo Zamora en ningún momento presenta un manifiesto político o ideal, creando de esta manera un silencio alrededor de sus motivos.

3)      Aunque hay falta de enunciación en los motivos del grupo, este silencio se hace a un lado por medio de las acciones que realizan y con ello una vista al placer que se hace presente en la “lucha”.

4)      En el cuento se da por hecho que el grupo Zamora es un grupo revolucionario, sin embargo el motivo de sus movimientos y la culpa existente en el Pichón por sus acciones dejan más que claro que no estamos ante un cuento de la época revolucionaria protagonizada por caudillos sino por un grupo criminal.

La importancia de aclarar estos 4 puntos radica en la posibilidad de ahondar con más precisión en algunas características del cuento y, por tanto, de los personajes que en ella intervienen.

La ausencia del bien y del mal en el conflicto nos presenta una distinción entre ética y moral, es una diferencia entre lo personal y lo social y la forma en que estos dos se diluyen en situaciones extremas, siendo más claro, en situaciones donde los deseos personales y las normas sociales chocan y entran en un remolino donde se entre mezclan, enfrentan, se diferencian y al final una de ellas queda disuelta.

Tanto la moral como la ética están sujetas al efecto o ausencia de la castración y si hago esta distinción es debido a que la moral siempre estará sujeta a ella, a la impostura de la figura paterna y las leyes que él instaura; la ética de igual manera está influenciada por la castración, pero a la castración impuesta por el padre que uno reconoce como tal, del Ideal del Yo que se forja por castración.

Sin embargo propuse que también había un efecto de ausencia de ella, pero esta ausencia sólo se manifiesta en el plano de la ética, ya sea por una denegación o falta de instauración de la castración. La moral al estar sometida al acuerdo común de todos, sigue la lógica de la falta, ya que es en esa falta donde la ley puede hacerse lugar, de igual manera funciona en la ética neurótica o por castración.

Sin deseos de profundizar más en la problemática de la ética por denegación o ausencia de castración, sólo puntuare que aunque estos dos tipos de ética pueden presentar una mayor cantidad de conflictos con la moral, no se puede calificar a ninguna de ellas como “mala”, ya que este juicio sería una apreciación moral y en la ética el bien y el mal responden al placer personal, no al bienestar común.

Este rodeo alrededor de estos términos nos permite entender un poco más cómo funcionaba el grupo Zamora y también la culpa que se cierne sobre el Pichón al final de la obra, donde no sólo la culpa se hace presente sino un fenómeno aún más interesante se pone en funcionamiento.

El Pichón y sus compañeros se manejan bajo las leyes y los deseos que se ven representados en Zamora, el deseo de mujeres, de dinero y de gloria, todas sus acciones están fundamentadas en la figura de su líder y lo que este les representa, haciendo que la ética de cada quien se subyugue a la moral instaurada por aquel que esta sobre ellos, aquel que porta una verdad y una salida para sus deseos.

Las razones del por qué son un grupo criminal y no un grupo revolucionario no pueden ser evidenciadas a través de la lectura rápida del cuento, es en el cuestionamiento y la duda que estas razones se pueden hacer presentes. Es cierto que en los tiempos de guerra la gente sufre y la desdicha puebla las calles y hogares de todos los habitantes, pero no por ello las elecciones tienden a hacer las mismas, la posibilidad de unirse a un grupo está en concordancia con las aspiraciones de los miembros, aspiraciones que se sintonizan con el líder que tienen frente, la seducción se hace presente y las decisiones son influenciadas por una figura que se considera el depósito de las respuestas.

Pero los efectos de este fenómeno se disuelven cuando el líder desaparece, la cohesión del grupo se desvanece, la motivación disminuye, las acciones se congelan y el yo vuelve a ser un elemento individual, y al recobrar su individualidad la ética personal se hace presente nuevamente, sale a exponer las prohibiciones que habían sido levantadas y es cuando entra en acción la culpa.

El Pichón es el representante de este fenómeno. Al ser vencido y abandonado el personaje vuelve a insertarse bajo la moral del estado y dentro de ella la reflexión acerca todas sus fechorías comienzan a reprocharle sus actitudes y acciones, el “no debiste” lo apalea y la culpa hace nido en su conciencia.

El que una mujer lo esperará y lo recibiera después de pagar sus culpas podría haber sido una bendición para él, era un perdón muy particular porque iba acompañado del amor, esa mujer lo amaba a pesar de todo lo que hizo. La aparición de un hijo suyo se volvía también una salvación y esta salvación la quiere encontrar en la mirada del hijo, un hijo suyo que tuviera una mirada igual de malvada a la suya, donde la maldad residiera y de esta forma le perdonara su naturaleza.

Sin embargo esta salvación es falsa, su intento fracasa en el momento en que su futura mujer le revela la falta de esa maldad en él hijo y al mismo tiempo le vuelve a recordar sus propias faltas, ante esta realidad tan impactante, tan pesada, el Pichón no tiene otra reacción mas que agachar la cabeza, porque la conciencia siempre le recordará que es un hombre malo.

El cuento de Juan Rulfo es rico no sólo en su estilo literario que nos evoca a la clase pobre y oprimida, también es rica en la elaboración de los personajes que no se alejan de lo humano. Sus personajes son seres humanos presentes en toda falta, no hay un ser que pueda ser deidificado, que pueda ser vanagloriado, al contrario, son personajes que son capaces de recordarle al lector las carencias que siempre hay en nosotros, no hay bien y mal, no hay justicia e injusticia, sólo hay personas que viven para vivir, alimentando sus deseos sin importar la cualidad de estos.

 

Y un reflejo de la humanidad del cuento se encuentra en que ningún personaje puede escapar de su responsabilidad, la satisfacción del deseo tiene consecuencias y de estas consecuencias no hay forma de hacerse a un lado. Podemos analizar todo lo que queramos las razones y motivos que llevaron por un camino a los personajes, pero parafraseando a Fromm: podemos conocer toda la historia, podemos conocer todas las razones, podemos entender al individuo, mas ello sólo explica el por qué de sus actos, no los justifica… Juan Rulfo sabía esto y sus personajes también.